El polo Norte se calienta
El Ártico registra este invierno la extensión helada más reducida desde que se controla
La extensión de la superficie helada del océano Ártico ha alcanzado este invierno los niveles más reducidos desde que en 1979 se empezaron a hacer las mediciones y controles por satélite. El mes de enero ha batido el récord de hielo menguante. El mar helado ocupaba ese mes 13,6 millones de km2: unos 50.000 km2 menos que el nivel mínimo alcanzado hasta ahora en un mes de enero, que corresponde al año 2006. El calentamiento global es la primera causa, aunque también han influido fenómenos meteorológicos regionales que forman parte de la variabilidad natural del clima.
Este invierno ha desaparecido en el océano Ártico una superficie helada equivalente a dos veces y media la superficie de España. Concretamente, los hielos ocupaban 1,27 millones de km2 menos que la media en el periodo entre 1979 y el 2000. El área helada está siendo inusualmente reducida en la bahía de Hudson, en el estrecho de Hudson (entre el sur de la isla de Baffin y el Labrador) y en el estrecho de Davis (entre la isla de Baffin y Groenlandia). Estas áreas solían congelarse en noviembre, pero este año ha habido retrasos; y el mar de Labrador, incluso, permanece libre de hielos.
“La superficie del mar helado es baja este invierno, en gran parte debido a que el tiempo en el Ártico ha sido muy cálido”, explica por correo electrónico Mark Serreze, director del Centro Nacional sobre Datos de Hielo y Nieve, de la Universidad de Colorado en Boulder (EE.UU.).
Las temperaturas en el Ártico fueron entre dos y seis grados superiores a la media en un mes de enero, mientras que en las zonas no cubiertas por la nieve incluso alcanzaron al menos seis grados por encima de la media, según los análisis de este centro.
“El declive que se observa a largo plazo en el Ártico se debe al cambio climático, aunque ha incidido la oscilación ártica, que forma parte de la variabilidad natural del clima”, agrega Serreze. Las áreas desheladas han continuado liberando calor a la atmósfera, mientras que los vientos con patrones que acompañan a la fase negativa de la oscilación ártica llevaban aire caliente hacia el Ártico. “Todo esto ha hecho un Ártico especialmente cálido este invierno”, observa Serreze.
De hecho, la oscilación ártica desempeña un papel relevante en los inviernos del hemisferio norte, hasta el punto de que estos varían en función de si este fenómeno tiene una fase positiva o negativa. Es positiva cuando las bajas presiones en el Ártico y el anticiclón en las latitudes intermedias mantienen confinados los vientos del Ártico, que así apenas bajan a Europa o Norteamérica. Sin embargo, en la fase negativa, la situación se invierte. Así, en el Ártico se instala un anticiclón y bajas presiones en las latitudes medias del Atlántico, con lo que esta configuración facilita la penetración de grandes masas de aire menos frío hacia zonas más septentrionales y de aire muy frío hacia el sur.
La oscilación del Ártico ha tenido una influencia “fuertemente negativa” este invierno en el hemisferio norte, según Serreze, y eso ha dado como resultado unas condiciones de frío y nieve en el este de Estados Unidos y en partes de Europa, lo que contrasta con un tiempo cálido en el Ártico. Serreze agrega que algunos han planteado la hipótesis de que la pérdida de mar helado haya creado condiciones que facilitan la fase negativa de la oscilación ártica, “aunque eso entra dentro del campo de las hipótesis”.
Si continuara esta evolución en la pérdida de masa helada, no se puede descartar que, al final del verano, se bata el récord de deshielo alcanzado el 2007. En septiembre de ese año, el océano Ártico alcanzó un mínimo de 4,2 millones de km2 (frente a los 7,8 millones de km2 registrados en 1980, o sea, una pérdida como siete veces la superficie de España).
Las proyecciones indican que el Ártico podría quedar libre de hielo marino en el verano del 2050, aunque otras estimaciones lo sitúan hacia el 2030. Los expertos señalan que los modelos climáticos de predicción se están quedando cortos, superados por la realidad que muestran los satélites. Además, los hielos gruesos y viejos de varios años están siendo sustituidos por delgados hielos estacionales. Entre los años 2004 y 2008, el total del área cubierta por hielo grueso, viejo y de varios años ha retrocedido más de un 40% en el océano Ártico.
Aun así, se prevé que probablemente la cobertura de hielo en el Ártico permanecerá, al menos, un siglo en invierno, aunque ese hielo invernal será más delgado, según comenta Serreze.
Si se hace un seguimiento tan estricto y existe tanto interés y preocupación por la evolución del polo Norte es porque tiene una influencia global sobre el planeta. El Ártico es su termómetro, pues activa la gran cinta transportadora (la corriente termohalina) del calor a través del Atlántico.
El ritmo en que se derrite la nieve y el hielo del Ártico condiciona el clima de la Tierra, incide en la distribución del calor y afecta tanto a la vida salvaje como a la de las personas. Además, los deshielos en las zonas terrestres de los países ribereños del océano Ártico (Rusia, Canadá, EE.UU. Noruega y Groenlandia, y especialmente en esta isla) pueden incrementar los caudales y hacer elevar el nivel del mar.
Fuente: La Vanguardia
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